¿Hasta dónde llega la libertad de expresión?

Cartel a favor de la libertad de expresión con motivo del Festival de Arte Edimburgo en 2010. 

Víctor Celemín Capaldi

Con esta entrada finalizo el trabajo de este blog y aunque en parte me produce algo de nostalgia, prefiero quedarme con todo aquello que he aprendido yo y aquellos que me han leído en alguna ocasión. Para terminar me gustaría comentar un tema especial que en ocasiones consideramos como algo innato al vivir en una sociedad con una relativa gran cantidad de derechos y libertades, pero que sin embargo a día de hoy sigue dando quebraderos de cabeza a algunos. Me estoy refiriendo a la libertad de expresión. Es decir, aquello que me ha permitido durante este año referirme y opinar sobre determinados temas sin temor alguno a posibles represalias.

El juicio de Sócrates es, probablemente, uno de los casos de censura más conocido de la historia de la filosofía. El ateniense fue sentenciado a pena de muerte por expresar ideas en contra de los dioses que "corrompían" a los jóvenes de la polis. Si el argumento fue realmente este, merece hacer incapié en este, puesto que detrás de la condena había un temor real por que los "influenciables" jóvenes griegos se alejaran de los principios democráticos de la Antigua Grecia ¿Por qué esto resulta tan interesante? Puesto que no son pocas las ocasiones en el que detrás del acortamiento de la libertad de expresión, hay una verdadera preocupación por un posible mal; más allá del deseo de autoritarios de mantenerse en el poder.

Pasarón los años, se avanzó en derechos con la revolución francesa, y trás una devastadora Segunda Guerra Mundial, tal derecho fue añadido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; Este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Artículo 19
Declaración Universal de DD.HH.

Sin embargo y partiendo de este artículo ¿Todas las ideas pueden ser expresadas sin restricción? ¿O es que hay casos en lo que la censura podría estar justificada? Partiendo de algunos autores, vamos a analizar esta cuestión.

Platón en La República consideraba que en el estado ideal era necesaria la expulsión de todos los artistas, pues consideraba que el arte era una imitación de la realidad al presentar cosas falsas como verdaderas, siendo una mala influencia para los ciudadanos. Además, el filósofo consideraba a los poetas como los más peligrosos de los artistas, puesto que ve en ellos la capacidad de conmover y mover a las masas drásticamente. De esta manera y aplicado a nuestro país, Platón estaría de acuerdo en censurar y expulsar al grupo Kortaku por una de sus canciones "Sarri, Sarri" que celebraba la fuga de dos etarras de prisión en el 85.


En 1945, el filósofo austriaco Karl Popper publicó La sociedad abierta y sus enemigios y es en esta obra en la que aparece la famosa paradoja de la tolerancia, la cual afirma que si una sociedad es totalmente tolerable incluso con los intolerantes, llegará un punto en que estos últimos llegarán al poder y restringiran la tolerancia. De esta manera, el austriaco concluye declarando que para que una sociedad pueda permanecer tolerable debe tolerar todo, expecto la intolerancia. Escribiendo esto recuerdo el recurrente ejemplo de Mein Kamp de Adolf Hitler, cuya venta está prohibida en determinados países y plataformas digitales. Según el planteamiento de Popper, la prohibición de una obra que propugna el nacionalsindicalismo y el antisemitismo (y con ello ello la intolerancia) no iría en contra ni de la tolerancia ni de la libertad de expresión. Sin embargo, este planteamiento no lo compartiría el filósofo estadounidense de origen judío Noam Chomsky cuyo pensamiento respecto a la libertad de expresión se puede sistetizar con una de sus frases:
"Si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, entonces no creemos en ella para nada".
Es los años 70, un historiador llamado Robert Faurisson escribió un artículo el que negaba el holocausto. El artículo produjo mucha controversia hasta el punto que preguntaron a Chomsky su opinión al respecto. Él respondió defendiendo el derecho del historiador de expresarse de esta manera pues aunque no estuviese de acuerdo, consideraba que la libertad de expresión debía prevalecer ante todo. En una línea muy semejante se mueve el filósofo utilitarista John Stuart Mill que en su obra Sobre la libertad defiende tajantemente el derecho a la libertad de expresión sin importar lo inmoral que puedan considerarse determinadas doctrinas. El escocés considera que la única situación que justifica que un gobierno coarte este derecho es prevenir el daño a otros. Aquí es necesario enfatizar que con daño no se refiere a la angustia o los sentimientos internos de alguien al escuchar una determinada opinión, sino a todo aquello que pueda incitar acciones encaminadas a dañar física o patrimonialmente a otra persona. Según este criterio, una campaña de alt-right que dijera que los inmigrantes son las causas del desempleo sí estaría permitido desde esta concepción. Sin embargo, una propaganda neonazi sobre las razones de porque matar a un judío no sería permisible desde este punto de vista.

Llegado a este punto y ya conociendo la opinión de estas figuras, quiero hacer mis reflexiones personales respecto a la la libertad de expresión. A pesar de que el argumento de Platón, en cuanto censurar a todos los artistas por su capacidad de influenciar a los habitantes, nos parezca una concepción extrema y desfasada, desde mi punto de vista no es un argumento que no se dé en nuestra sociedad actual. Solo hay que rememorar los hechos que ocurrieron en torno a una obra interpretada en los carnavales de Madrid hace unos años en la que se expuso una pancarta con el mensaje "Gora Alka-Eta". Los humoristas fueron acusados de enaltecimiento del terrorismo y aunque finalmente la causa fue archivada, no se dejó de mostrar una especie de paternalismo semejante al que defendía Platón hace aproximadamente dos mil cuatrocientos años, al considerar que los ciudadanos de a pie no tienen la capacidad de razonar y de no dejarse influenciar ante determinados mensajes. A pesar de mi defensa de un estado de derecho y de unas leyes para controlar el comportamiento del ser humano y de la sociedad en general, no es positivo que unas "mentes superiores" controlen los mensajes que recibe un ciudadadano para evitar posibles malas influencias.

La paradoja de la tolerancia de Popper a primeras, sin una reflexión previa, puede parecer una lógica bastante acertada. Sin embargo, el hecho de censurar a los intolerantes ¿No se corre el riesgo de ser utilizado como excusa para gobernantes y censurar aquello que para otros no es intolerante? Pienso que la censura es una bola de nieve cayendo por una ladera: una vez que cae se va haciendo cada vez más grande. No se puede descartar que el comienzo de una suspensión de partidos de extrema derecha, pueda ser utilizado más adelante para acabar con otros más moderados. Lo mismo puede ocurrir desde el otro lado del espectro político. Además, también es de destacar que los movimientos extremistas se suelen dar en momentos de debilidad de un determinado sistema ¿O es qué en la actualidad ese tipo de ideologías que surgen, por ejemplo en Europa, no están relacionadas con el desempleo, la precariedad y otro tipo de problemas sociales? Por tanto, aunque se comience una censura de la expresión de determinados movimientos, esto no va ir acompañado de una solución al descontento de un sector de la población. El criterio de Popper podría ser usado por gobiernos para blanquear la angustia de esta gente. Como diría el mismo Stuart Mill, no hay que temer al conflicto de ideas ya que a través del mismo podemos distinguir las falsedades, que se debilitarán por sí solas, y las verdades, que se fortalecerán. 



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