La ley y la libertad

Divina Libertad de Francisco de Goya

Víctor Celemín Capaldi

Como comentábamos en la anterior entrada (Ver: La innata maldad y la renuncia de la libertad por la paz), Thomas Hobbes consideraba que el hombre era malo por naturaleza y que por tanto, necesitaba la civilización para domesticarse, para controlar esa maldad natural. A esa consideración se opuso el filósofo Jean-Jacques Rousseau al opinar que el hombre es bueno, o inocente, por naturaleza y es la civilización la que lo corrompe, lo vuelve malo.

Dice el filósofo que en el estado de la naturaleza el hombre natural se guiaba por dos sentimientos: el amor a sí mismo y la compasión, que le llevaba a evitar el sufrimiento a los demás. El estado de naturaleza de Rousseau, a diferencia del de Hobbes, es principalmente social al haber una armonía en la relación entre los hombres. Al hombre primitivo, que es inocente e incontaminado, se opone el hombre actual, cuyos sentimientos naturales han sido corrompidos por la civilización, su educación, sus normas... El hombre histórico, como lo llama, es la degeneración enmascarada, la hipocresía de las buenas maneras que en el fondo solo se preocupa por la riqueza y el poder.

El francés se pregunta en este punto cual es la causa exacta de esta degradación. Él lo tiene claro: la propiedad privada. En el estado de naturaleza, todos los hombres son iguales y toda posesión es común. Sin embargo el fin de tal igualdad se produjo el día en el alguien alzó su voz diciendo: "¡Eso es mío!"; y hubo personas que le hicieron caso. Ese fue el comienzo de la sociedad civil.
¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no habría ahorrado al género humano quien, arrancando las estacas o rellenando la zanja, hubiera gritado a sus semejantes!: '¡Guardaos de escuchar a este impostor!; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie'".
J. J. Rosseau
Discurso sobre el origen y los fundamentos
de la desigualdad entre los hombres

La tesis es tajante: la propiedad privada es el origen de la desigualdad social y la pérdida de la libertad natural, al provocar que unos sean más libres que los otros. Esta opinión le diferencia de dos filósofos anteriores: de Hobbes, porque el origen del conflicto está en la propiedad privada y no en la naturaleza; y de Locke, ya que este consideraba que la propiedad privada era uno de los derechos naturales del hombre. Según Rousseau, las propuestas de estos dos solo benefician a los propietarios, a los ricos, perpetuando una estructura social que favorece las desigualdades.

Ante esta caótica situación en la que los hombres nos hemos metido nosotros solos, el filósofo francés si deja un resquicio para la esperanza al considerar que la corrupción es artificial, construida, y que por tanto se puede deconstruir ¿Cómo podemos hacer eso? Rousseau argumenta que necesitamos un nuevo pacto social para regenerar todo. Con él no vamos a poder retornar al estado natural como tal. Sin embargo sí podremos mejorar el estado histórico. Además a diferencia de Hobbes, el "contrato social" no va a suponer la sumisión a un tercero, sino que este será un pacto de unión entre iguales a partir del cual recuperaremos la libertad perdida; aunque no como libertad natural, sino como libertad civil. El último estadio es el humano civil, tras el histórico y el natural.

La nueva estructura social debe estar basada en la renuncia altruista de los beneficios privados en favor de los intereses colectivos, siguiendo la llamada "voluntad general". El ser humano ya no tiene que ser sometido a un imponente soberano, sino al bien común del conjunto, que actúa a su vez como si fuese un individuo. La voluntad general no es la suma de las voluntades de todos los individuos, sino que es la única voluntad de la sociedad entera. Ahora bien, ¿Cómo se construye la voluntad general de un gran número de personas? A través del Estado y sus leyes. Y es que solo a través del obedecimiento de las mismas nos obedeceremos a nosotros mismos, a la voluntad de lo común, y con ello conseguiremos la libertad. A pesar de que está bastante de moda decir lo opuesto, es decir que la desobediencia es el único camino a la libertad; según Rousseau la obediencia es el camino a la libertad.

Si las leyes muestran la voluntad general de una sociedad, hay que tener claro que esta voluntad no es lo mismo que la voluntad de todos. Si hablamos de voluntad de todos, nos estamos refiriendo más bien a la suma de las voluntades particulares. Si siguiéramos este criterio, solo se conseguiría el bien particular de una facción de la sociedad; y aunque esta fuese la mayoritaria, Rousseau considera que no es la que se debe seguir. En cambio, utilizar la voluntad general como criterio es el único medio para alcanzar el bien común. Una voluntad mayoritaria puede ser tanto voluntad general como voluntad de todos. Por tanto, para considerar si es uno u otro, hay que mirar al contenido y no a su apoyo. Por ejemplo, para una determinada propuesta habría que preguntarse: ¿Para que serviría? ¿Beneficiaría al común de la sociedad o una parte de la misma?

Si la voluntad general debe ser, por tanto, el criterio para la elaboración de las leyes de un estado cabría plantearse ahora de qué manera podemos conocerla. Rousseeau es bastante ambiguo en la consideración sobre cuál sería la forma de gobierno perfecta; pues afirma que no hay ninguna ideal dado que depende de según que pueblos y las circunstancias de los mismos. Ahora bien, lo que el francés propone se parece bastante al funcionamiento de una democracia directa de tipo refrendario. Critica de manera firme la democracia representativa ya que, según, la voluntad general no puede ser representada. Esta solo se podría alcanzar por medio de la votación del pueblo en referéndum. Ahora bien, para que el resultado de esta votación muestre realmente la voluntad general y no la voluntad de todos, se deben cumplir una serie de condiciones: una deliberación pública en la que participen todos los ciudadanos y en el que cada uno de ellos se compromete a mirar solo por el interés común, un pueblo libre de presiones que condicionen el uso de la razón o que los votantes no se comuniquen antes de la votación para evitar la formación de grupos de personas que acuerden su voto con fines particulares.

Análisis de 'La Libertad guiando al pueblo' de Eugène Delacroix - Arte
La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix

La democracia refrendaria suena bien y realmente como sistema podría ser ideal ¿Para qué tanto representante del pueblo si el propio pueblo puede elegir? Sin embargo, desde mi punto de vista, en la realidad este sistema no es tan ideal como pretende parecer. Recordemos como Stuart Mill alertaba sobre el riesgo a una tiranía de la mayoría en la que los ideales de unos muchos, inhibían a los de unos pocos. Solo hay que pensar en la mitad de los británicos que preferían permanecer en la Unión Europea aquel 23 de junio de 2016. Por este motivo, a mi parecer la democracia refrendaria no se debería considerar, al menos a largo plazo, como una fórmula democrática como tal, puesto que se va a acabar ignorando el pensamiento de una parte de la población. Tampoco hay que olvidar la utilización de este sistema por parte grandes autoritarios, como Napoleón, Mussolini, Franco; que utilizaban estas votaciones para dar una apariencia democrática de su país en el exterior. Según mi opinión, la verdadera democracia reside en la capacidad de llegar a acuerdos, planteamiento comunes que satisfagan a una verdadera parte importante de la población. Ahora bien, España lleva utilizando un sistema representativo durante casi 42 años y vemos cada día que este se va debilitando hasta el punto que me atrevería a decir que vivimos en un momento crítico del régimen constitucional del 78. Y me gustaría equivocarme, pero me entristece y hasta me producen temor algunas imágenes que estoy viendo a través de mis propios ojos o a través de las redes sociales en estos días algo convulsos. Sabiendo lo mencionado más arriba acerca del pensamiento político de Rousseau, podemos deducir que este no era tampoco muy amigo de los partidos políticos. Y personalmente hasta lo puedo entender. Solo hay que ver la corrupción del sistema político de muchos países, y en espacial del nuestro. Como afirmaban tanto Rousseau como Aristóteles, toda forma de gobierno tiende a la degeneración y nosotros quizás estamos siendo testigos de esto, y la progresiva radicalización es una de las pruebas.

El discurso de Rousseau, con su énfasis al pueblo y a la voluntad general, tuvo una gran influencia en la Revolución Francesa y en el desarrollo de las tesis republicanas. Aunque también se le puede considerar como precursor del totalitarismo. Esa idea de vivir en un estado plenamente corrupto y crear un sistema que superará todos los conflictos y salvará a todos es un discurso imparable que hemos visto en la historia y que estamos volviendo a ver.

https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Jacques_Rousseau
https://es.wikipedia.org/wiki/El_contrato_social
https://www.youtube.com/watch?v=zJMMZLpnBgk
https://www.youtube.com/watch?v=_VHWZfknMPE&t=635s

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La innata maldad y la renuncia de la libertad por la paz

Los tres sueños de Descartes

¿Cómo dejar de estar tristes? Tomás de Aquino responde...